Navidad 2021

Otras navidades más, amado/a lector/a, aquí estamos, junto al fuego y bebiendo whiskey caro mientras recordamos este año. Bueno, yo estoy bebiendo manzanilla tras cenar, que luego me da reflujo, pero queda súper bien la introducción. Lo que sí es verdad que estamos a punto de dar otra vuelta al Sol y empezar un nuevo año. Así que, en estos días de añoranza y recuerdos, vamos a recordar algunas canciones.

Y la de este año casi, casi se me junta con el año nuevo. Estuve trabajando estos días y no me sentía muy bien, parte por los polvorones, parte por la gripe, pero no quería despedir este 2021 sin mi post trimestral sobre lo que más me ha emocionado del panorama musical.

¡Qué año! Ha sido raro e intenso, pero en algo constante: hemos escuchado muy buena música. Yo empiezo a hacer la reco de canciones desde julio, más o menos, y empecé en ese mes que no me lo podía creer: los discos nuevos de Jackson Browne y David Crosby son maravillosos… ¡Qué afortunados somos de tener a estos tíos, los héroes de Laurel Canyon, con nosotros! Arrugados, canosos y enfermos pero que viven para cantar, como decía David en el documental I Remember my Name. Yo creo que sonaron en agosto casi todo los días en casa, y mucho después. Claramente, la canción que más he escuchado de este trabajo es un maravilloso dueto con Sarah Jarosz, en la que hacen una versión folkie con un deje de jazz de «For Free» de Joni Mitchell. El corazón más frío se derrite cuando sincopan ambas voces, la de Sarah en sus veinte años, llena de matices folk, y la voz tan clara y bonita de David.

Ese agosto rompí con Andrea, casi a finales. Y en septiembre atropellé un jabalí, además de cuidar de Kika, la gata de Raquel, y empezar a tope una nueva etapa de clases, que continuaré este año. Y como un guiño cósmico llegaron el nuevo bootleg de Dylan, Springtime in New York, y el doble álbum de Jesse Malin Sad and Beautiful World. Que Dylan saque su celebración de la primavera neoyorquina demuestra que hace lo que le sale de las pelotas. Y que estás canciones son un renacer es un hecho consumado. Las canciones, sin tanto glam ochentero marca de Baker, tronando más a un reggae soul callejero con Mark Knopfler, Mick Taylor, Sly and Robbie (recientemente hemos perdido a Robbie Shakespeare) y un sin fin de amigos que se dejaban caer en las jams, suenan de miedo, re-descubriendo que el fondo de Dylan es imposible de abarcar. «Too Late» la he reproducido, según ITunes unas 300 veces, y pocas me parecen.

Malin ha hecho su The River o Wildflowers…and All the Rest personal. Un viaje por la noche a la parte más lumniosa del corazón, y tras toda esa belleza, un paseo por las tinieblas emocionales. Maltrato, rabia, culpabilidad, alegría y esperanza, moviéndose a ritmo de americana y rock clásico. Es un disco de una factura técnica intachable (creo que el capullo de Jesse no desentona ni una sola nota) y profundo en su lírica e historia conductora, que es básicamente el paso del tiempo y como cambia nuestra perspectiva.

Tirando de los Friday Pin veo que estos discos fueron muy importantes en el otoño que pasé. Fue bastante movido: Borja, el novio de mi hermana, entró en nuestra familia y le queremos un montón, me regalaron unas acuarelas y estoy retomando (a duras penas, propósito de año nuevo pendiente) el dibujo. Estoy escribiendo un libro de matemáticas (aún no me lo creo ni yo), pero hacerlo con mi amiga Marta me está gustando bastante. Bueno, llevamos dos, casi tres semanas (en principio iba a adelantar en estas fiestas pero he preferido parar un poco), pero son momentos en los que puedo escuchar Love Is the King de Tweedy a todo trapo mientras hago algo con las ecuaciones y los diagramas que hacemos en clase y construyendo un organigrama de los temas con la voz de Tweedy sus extrañas escenas, entre románticas y teatrales.

Mientras redactaba las entradas del Retrato del cansino cachorro he estado desempolvando discos que no escuchaba hacía tiempo, como los de Graham Nash. Escuchar su «Southbound Train» me trajo muchos recuerdos y Wild Tales ha estado sonando en el estéreo durante estos meses. «On the Line» refleja un poco mi estado mental cuando me propongo tomar una decisión vital de gran importancia (esos cuarenta microsegundos que me lleva): mantenerme fiel a mis principios sin envidiar nada. También a Bruce Springsteen en su álbum perdido The Promise, a caballo entre el Darkness on the Edge of Town y The River. Bruce estaba tensando la E Street Band a través de la música estadounidense buscando ese sonido que los harían famosos, y muestra todo su bagaje: canta como Dylan, Elvis Presley, Roy Orbison, Tom Waits… buscando ese sonido Bruce por el que le conoceremos. Hay canciones muy duras, y otras tan delicadas como «Come On (Let’s Go Tonight)» en el que le pide a una chica de rojo que vayan a una fiesta calle abajo, un poco el carpem diem versión americano. Ese viaje extraño de Bruce buscando a Bruce, no sé porqué, me encanta para hurgar en mi pasado. Este año lo compré en físico, siendo mi primer disco de Bruce en formato «tangible», por lo que ha llegado a tener un significado importante para mí.

También he escuchado mucha americana y country, y hay algunos discos que seguiré escuchando estas vacaciones, ya que son imposibles de abarcar. El debut de Riddy Arman, con ese deje Kris Kristofferson (que versiona su «Help Me Make it Through the Night») y Merle Haggard, es un disco lleno de canciones impresionantes, al igual que el nuevo de Billy Bragg, que a pesar de no tener los veintisiete, ruge y toca con la pasión y sabiduría de un maestro del bluegrass de cien años. Ambos discos tienen muchísimo material (el de Billy roza casi las treinta canciones) muy completo.

Nora Brown y los Doghouse Roses han sido de mis descubrimientos más luminosos que he descubierto en Bandcamp, que da cobijo a muchos artistas bajo el radar convencional de Spotify o You Tube, que luego enlazas con ello. Nora, con 16 años, tiene la maestría de un bluesman de doscientos años o de Bill Monroe, y los Doghouses Rose hacen eso que los ingleses (galeses, en concreto) saben hacer: autentica orfebrería musical, engarzando a la perfección las letras místicas y llenas de emociones con melodías eternas.

Courtney Barnett ha salido a poner el broche este año con su Things Take Time, Take Time, muy reflexivo e intimista, con buenas dosis de power pop, que sus trabajos anteriores. Hace poco Courtney ha vuelto al bando de la soltería y ha tenido que hacer frente a la pandemia que la ha dejado fuera de los escenarios. Todo queda reflejado en este álbum, con un muestrario de pintura de todo tipos de tono de azul en la portada (otra genialidad de Courtney) y canciones que serán eternas. Durante el mes de diciembre también llegó Faye Webster y su precioso I Know I’m Funny, otra gran artista de power pop con grandes dosis de humor y un ecléctico estilo musical. Creo que era en un artículo en Pitchfork en la que hablaba de la música que escuchaba y la de Animal Crossing era una de ellas. Mi hermana es una adicta al juego de Switch, por lo que me hizo gracia y empecé a escuchar su música. El álbum instrumental de Phil Cook (All These Years) y el segundo de Margo Cilker, su ya mítico Pohorylle, californiana que graba en el Botxo, han sido parte de mi educación musical más relevante este año, que seguro que volverán a sonar en este blog. Estuve leyendo la biografía de Leonard Cohen este mes y estos artistas fueron una banda sonora estupenda.

Pero si puedo alegrarme de dos álbumes han sido del Barn, del tito Neil Young, que ha desbocado a los Crazy Horse con una espectacular formación: Billy Talbott, Ralph Molina y Nils Lofgren. Barn está cerca de Harvest o Everybody Knows is Nowhere, llenando de electricidad rock rural y con barro grunge. Neil saca todavía su voz cascada y sus paisajes eléctricos que tanto se admiran, como en Colorado. Y, como un fiel amigo de penas amorosas, Ryan Adams sacó Big Colors justamente con mi ruptura amorosa en su climax más absurdo. No voy a posicionarme de parte de la lucha entre Mandy Moore y Ryan Adams, si bien el acoso al que ha sido sometido es muy destructivo tanto para su arte como su persona, pero ese viaje de adult rock lleno de guitarras agudas, cuerdas y gatos ha sido muy gratificante.

Y no me queda por hacer nada más que desearte un feliz año nuevo, amado/a lector/a, que espero que te gusten estas canciones y algunas más en esta playlist y seas muy feliz.

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