Retrato del cansino cachorro. Tienes que ocultar tu amor

Llegué muy tarde a muchas cosas: a las relaciones de pareja, a conducir, a relativizar cosas, a mi título en Matemáticas… puede que hasta a un puesto de becario. No me arrepiento de ello; las cosas llegan a su debido tiempo, pero me duele la tardía llegada de los Beatles a mi vida. Durante mis últimos años del Grado han sonado mucho y quería recordar mis experiencias en este viaje al pasado.


En los discos de mi padre no figuraban ni en los de mi madre, que los detestaba y se pasaba directamente a Pink Floyd, o los de mi padre, con sus toneladas de New Age y alguna otra cosa prog. Yo era fan de Harrison en su periodo Travelin’ Wilbury y solitario, pero no había profundizado mucho en los demás.


Tenía 26, pero no estoy muy seguro (con estas entradas busco traer algunos recuerdos que ya no podía situar con exactitud). Al igual que va a hacer ahora Peter Jackson, Ron Howard había estrenado hace poco Eight Nights Week, con entrevistas a Paul McCartney y Ringo Starr y el concierto en el Hollywood Bowl. Las canciones ya las había escuchado antes: “Twist and Shout”, “Help!”, «You Can’t Buy My Love», etc. Seguramente te suena la situación: clases de inglés de la ESO, aprendiendo algún verbo o listas de vocabulario nuevo, escuchando a los Beatles en CD o casete, fotografía de Paul McCartney en el student book garantizada. Pero me impactó como a las chicas que les gritaban desde sus asientos. Tenían una energía y un carisma único, y saber que ni se oían, que se sincronizaban entre ellos usando gestos y guiños, es una pasada. Me encantaba el folleto que venía con el disco, oscuro objeto beatlemaniaco, y esa foto azul radiante, mola un montón.

Cuando mi madre se iba a trabajar me ponía el disco entero a la cocina desde mi combi formada por un ordenador Dell que cargué de música, programas de reproducción y unos altavoces JVC chiquitinos pero bastante potentes, ahora guardados para protegerlos de cualquier desgracia. Uno se me rompió escuchando la versión de “Cowgirl in the Sand” del Decade. No se escuchaban ni la guitarra ni la voz de Neil; uno de los altavoces dejó de sonar. Lo mandé a reparar en Gijón por unos veinte euros (¡muchas gracias!) y siguen funcionando. Por cierto, Neil sí que adora a los Beatles.


Era casi una experiencia clandestina: mis escuchas de los Beatles eran para mí y solo para mí. Me chiflaba ese vivo: el garbo de Lennon cantando soul, las baladas, los golpes de Ringo son puro rock. Era tan simple como genial, tan relajado. Empecé a descargarme discos suyos y escucharlos en mi Ipod, sobre todo cuando me quedaba solo en casa preparando alguna asignatura del Grado que llevaba. O mientras hacía alguna investigación para alguna de las puñeteras PECs de Matemáticas. Si estaba en casa minimizaba You Tube. «You’ve Got to Hide your Love Away»… ¡Menuda ironía! Minimizar ese magnífico vídeo mientras sonaba la canción.


Fueron años que tuve que romper muchos prejuicios que llevaba, además de que mi entorno era (y en ocasiones sigue siendo) bastante asfixiante con los juicios de valor, las opiniones y esas categorías de lo que es o no Arte, heredadas de mi padre. ¿Cómo va a ser Arte Bruce Springsteen, los Beatles, Neil Young? No, por favor. Ya paso de esa mierda: si me llega bien estupendo, si me permite cambiar alguna de mis ideas y crecer como persona eso es Arte. Aunque a veces choque con lo que me enseñan en el Grado en Historia del Arte. Ilustraciones, canciones pop, hasta algunos tweets me tocan el alma. Sería interesante ampliar nuestro concepto de concepción de obra artística y análisis artístico. Nada, cosas mías.


Estábamos comiendo un viernes mientras sonaba música, una playlist que había hecho: Leonard Cohen, Ella Fiztgerald, Bob Dylan, pero se coló una de los Beatles. Mi madre me miró y dijo: “¿Tú, escuchando a los Beatles, en serio?”. Pues sí, sí que los escucho, y me encantan. «Sí madre, tienes un hijo al que le gustan los Beatles», me hubiese gustado decirle, sonando música épica y colores chillones con efectos boomerang de cámaras. Pero pasaron de ello y yo no pude ponerme en plan drama king.


En mayo compramos una mini cadena Pioneer rebajada que aguanta todo lo que le echen: discos de importación, mp3, WAVs, Bluetooth y piratas. Y los Beatles en casa ya no son clandestinos: saben que si sale caja nueva, o me pasan unas grabaciones, o que toca mi sesión de llorera con Band on the Run o Rubber Soul se escuchan a los Beatles y punto. Íbamos a Oviedo a comer y sonaba en Radio 3 un especial sobre el White Album. No había opción de cambiar de emisora, tocaba escuchar entera “While My Guitar Gently Weeps” y las siguientes tomas hasta Oviedo.


Mientras escribo esta entrada suena en mi Pioneer el álbum Sampler 09.09.09. “You Got to Hide Your Love Away”… ¡Qué belleza! Ya no tengo que esconder mi amor nunca más, por nada ni nadie.

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